Era difícil fingir desinterés en una conversación cuando la persona en mención era un hombre con el que había fantaseado por muchos años. Aun así, Bryn Donovon estaba haciendo únicamente eso.
Vamos, Bryn, sé honesta—, Tamara Logan la animó mientras agitaba un tenedor lleno de ensalada con su mano. — No hay manera que puedas encarar a Daniel Mays en el tribunal cada semana y no quieras tener sexo con él. Eres mujer, tienes ojos y él es guapísimo. ¡Completó la carrera Ironman en los primeros cinco puestos, por el amor de Dios!
Bryn resopló, bebió un sorbo de su botella de agua, luego se encogió de hombros. — ¿Acaso el triatlón añadió una nueva categoría para: Los Cabezotas Más Grandes, quizás? — Bueno, eso estuvo bueno. Su comentario no reveló ni el deseo ni la tristeza que invadieron su cuerpo en el segundo que Tamara mencionó el nombre de Daniel.
Tam rió, haciendo que sus aretes tipo candelabro sonaran. — Seguro que lo hicieron, sólo que los jueces no estaban midiendo la cabeza sobre su cintura. Él calificó porque tenía el más enorme…
Levantado las manos para taparse los oídos, Bryn gimió. — Por favor. Ahórrame los crudos detalles.
— Desafortunadamente, tendré que hacerlo. — Toda la cara de Tam se iluminaba cuando sonreía, sus ojos brillaban y se formaban hoyuelos en sus mejillas, haciendo imposible no devolverle la sonrisa. Aunque su amistad era relativamente nueva, almorzar con Tam se había convertido en el momento más importante del día para Bryn. — De lo que de verdad me arrepiento es de no haber podido ver nunca a ese hombre desnudo, — dijo Tam, moviendo su tenedor otra vez. —Al menos sé de primera mano que es un gran besador.
Ante las palabras de Tam, Bryn luchó por mantener su semblante sin expresión. Tam había salido con Daniel una o dos veces, pero Bryn era la que se veía atormentada por sueños recurrentes acerca de él. En el sueño de anoche, ellos habían estado haciendo mucho más que besarse. Su cabello negro había estado revoloteando contra la parte interior de sus muslos y su lengua le había estado haciendo cosas deliciosas a su…
Ella respiró temblorosa. Incluso ahora, el recuerdo de su estado de acaloramiento y excitación cuando se había despertado, la enfurecía. También, la confundía. Había muchos hombres atractivos en el mundo, pero solo Daniel Mays plagaba sus sueños, al igual que sus horas despierta.
Con el pelo rubio castaño, ojos verdes y un leve hoyuelo en la barbilla, el hombre era innegablemente guapo. Su cuerpo ancho, alto y delgado se cernía sobre la delgada figura de Bryn de un metro sesenta, una sonrisa agradable, un leve acento sureño y un genuino encanto lacónico, lo habían convertido en tema de conversación del personal femenino del tribunal.
El record de citas de Daniel y su habilidad para continuar siendo amigos con la mayoría de sus exs, mostraba que él apreciaba las diferencias únicas de cada una de sus admiradoras y las trataba bien. En los dos años que ella había estado entrando y saliendo de los tribunales, él había salido con diversas mujeres: una escultural rubia del departamento de Investigación, una pequeña y delgada reportera asiática del tribunal y por supuesto, Tam, una de las integrantes del staff de abogados del tribunal. Él no parecía tener un tipo específico de mujer, más bien, disfrutaba de la compañía de distintas mujeres inteligentes, atractivas y complicadas. Sin embargo ninguna de ellas parecía mantenerlo interesado por mucho tiempo.
Y a pesar de su buen aspecto, su buen carácter y su obvio encanto, Daniel Mays defendía criminales para ganarse la vida. Este hecho debería haber aplastado su atracción hace mucho tiempo.
Pero no había sido así en absoluto.
Al darse cuenta que Tam estaba mirándola, Bryn luchó para recordar lo que habían estado hablando. Ah, sí. La habilidad de Daniel con los besos. — No es de sorprenderse que sea un buen besador, — murmuró Bryn. — Ha practicado lo suficiente.
— Es un Don Juan, — admitió Tam, — pero es soltero… ¿quién puede culparlo? No es difícil para él. Y su práctica ha dado resultado. Lo que ese hombre puede hacer con su lengua, es un milagro de la naturaleza. Vance es la excepción, por supuesto, pero besar a Daniel Mays es más erótico que tener sexo con casi cualquier hombre. ¡Y es mucho más probable que haga a una mujer acabar!
Bryn tiró el resto de su sándwich en la bolsa de papel y lo aplastó haciéndolo una bola. — Sí, bueno, no lo sabría y no quisiera saberlo. La única cosa que es menos atractiva para mí que besar a Mays, es lo que hace para ganarse la vida. — Y él obviamente sabía cómo ella se sentía. Al principio, había sido amable. Curioso acerca de ella. Cuando ella no le correspondió, él cesó todos los esfuerzos para llegar a conocerla mejor. Era cortés, pero eso era todo.
Bryn hizo una mueca. Ella extendió la mano para tocar la mano de Tam pero la retiró antes de que hicieran contacto. — Lo siento. No debo generalizar. Hay varios abogados defensores que me gustan y respeto. Especialmente Vance. Pero Mays es demasiado… demasiado…
— ¿Demasiado perturbador? — Tam sonrió deliberadamente.
Demasiado, pensó Bryn. Ciertamente la distraía de lo que era lo más importante… hacer justicia a las víctimas de la delincuencia: el mismo tipo de justicia que le había sido negada a su hermana. Suspirando, se puso de pie. — Informal. Es un tanto demasiado informal acerca de lo que hace. Pero no hablemos de él. ¿Cómo te sientes?
Tam también se puso de pie, gimiendo mientras lo hacía. La redondeada protuberancia de su estómago la hacía parecer como si se hubiera tragado una pelota de baloncesto. — Excepto por los dolores de espalda y la constante necesidad de orinar, todo es color de rosa. Juro que éste bebé solo disfruta dos cosas… zapatear en mi columna y descansar en mi vejiga.
Bryn tiró su basura y caminó hacia la oficina principal, pero se detuvo en la entrada. Miró a Tam, quién se detuvo un paso atrás de ella. — Así que, — Bryn comenzó forzando un tono casual, — estaba pensando sobre tu oferta de presentarme con el hermano de Vance. Sé que no estaba tan interesada antes acerca de la idea, pero ¿sabes si hará algo el próximo viernes? Porque… bueno…
— La fiesta de compromiso de tu hermana es la semana que viene ¿y de repente estás desesperada por un hombre para poner barreras entre tú y tu madre?
— Algo así, — Aceptó Bryn. — Sólo que no quiero oír la misma vieja canción acerca de ser una adicta al trabajo que va a morir como una vieja amargada con muchos gatos y que rompe el corazón de su madre. Quién sabe, si Thad está disponible y él…
Alguien aclaró su garganta.
Ella se sobresaltó y giró.
Daniel Mays.
Estaba apoyado en el gabinete del archivo, sus brazos cruzados sobre el pecho. Como siempre, el pulso de ella se aceleró. Esta vez, además de la intensa sensación pulsátil en sus venas, su boca se secó y la mortificación formó un bulto irregular en su garganta. Era posible que las hubiera escuchado hablando de él, y era lo bastante listo para saber lo que había detrás de sus palabras… un deseo no deseado.
Hacia él.
* * *
Justo después del mediodía, Daniel entró a la oficina del staff de abogados, sintió una placentera sorpresa al escuchar la voz de Tam que provenía de una habitación trasera. Generalmente Tam pasaba su hora del almuerzo con su marido, Vance, socio y mejor amigo de Daniel y el mismo idiota con suerte que había atrapado a Tam poco después de que Daniel la hubiera invitado a salir. Daniel no podía estar más feliz por ellos. Vance era como un hermano y Tam estaba convirtiéndose rápidamente en una hermana. Una hermana que él había besado, y por lo que a menudo se burlaba de Vance.
Riéndose entre dientes, él empezó a caminar hacia el lugar de donde provenía su voz, cuando de repente se dio cuenta de que se trataba la conversación. Divertido, halagado y pensando una vez más que Vance era un tipo con suerte, Daniel se dio la vuelta para irse. Pero entonces oyó que Tam se refirió a su compañera por su nombre y se detuvo en seco.
¿Bryn Donovon, la estirada fiscal que no se anda con tonterías, apodada acertadamente “Magistrada” por la comunidad legal? Ni siquiera se había dado cuenta de que Tam conocía a Bryn, y mucho menos que fuera su amiga. ¿Y, aparentemente, eran suficientemente buenas amigas para hablar sobre hombres? ¿Y de fantasías?
¿Y de él?
Él debería irse. Realmente debería. Dos mujeres hablando sobre hombres, sexo y sobre él, no era una conversación que él debiera estar espiando. Pero, después de la derrota en el tribunal esta mañana, podría utilizar eso para subir su ego.
Cuando Tam mencionó el triatlón Ironman, Daniel hizo una mueca. Huh. No era la elevación de ego que él había estado esperando. Ese triatlón casi lo había matado. Frunció el ceño ante la respuesta de Bryn, sorprendido a pesar de sí mismo. No eran amigos, pero ciertamente no había hecho nada para merecer tanto desdén. Y su reputación con las damas era muy… exagerada. Ella, mejor que nadie, debería entender el concepto de ser inocente hasta que se demuestre lo contrario.
Apartó cualquier sentimiento de culpa que hubiera estado albergando por escuchar a escondidas. Él sólo había venido al percibir un movimiento. Si ambas mujeres no habían tenido el suficiente tino de cerrar la puerta cuando charlaban, no era su culpa.
— Por favor, — oyó decir a Bryn. — Ahórrame los desagradables detalles.
Daniel aspiró profundamente ¿Desagradables?
Su molestia se intensificaba con cada palabra que Bryn Donovon pronunciaba. Cuando ella despectivamente rechazó su profesión y expresó desinterés por sus proezas sexuales, Daniel tuvo el loco deseo de interrumpir su conversación y besarla hasta llevarla al orgasmo, sólo para demostrarle que estaba equivocada.
Vaya. ¿Besar a Bryn Donovon? Ese era ciertamente, un insólito pensamiento.
Si era presionado, él tendría que describirla como una persona común y ordinaria, a lo mucho. Cabello oscuro, delgada, postura impecable, ropa simple. Inofensiva pero nada digno de mención. Ciertamente no llamativa y nada que indicara que tuviera una personalidad divertida o cálida. Daniel no necesitaba que fuera llamativa, pero sí necesitaba que fuera divertida y cálida.
Había algo que agregar, que sin dudas ella tenía agallas. Y Bryn tenía agallas. Definitivamente, tenía agallas. De repente, no podía lograr quitarse de la cabeza la idea de besarla.
¿Tenía la impresión incorrecta de ella? ¿O era simplemente que tenía demasiado trabajo? ¿Había pensado en ella como un adversario profesional tanto tiempo, que había distorsionado sus percepciones?
Daniel se encogió de hombros y sonrió. No había mejor momento que el presente para averiguarlo. Cruzó sus brazos sobre el pecho, se inclinó contra un archivador y esperó a que las mujeres salieran hacia el pasillo. Cuando ellas se detuvieron en la puerta charlando, se impacientó y aclaró su garganta, llamando la atención de Bryn hacia él.
Cuando ella giró y lo vio, él debió haber estado contento por su nerviosa reacción. En cambio, tuvo que controlar su propia reacción inesperada. Mientras su rostro se enrojecía y se ampliaban sus ojos, Daniel se dio cuenta por primera vez… ¿cómo era posible?… que sus ojos eran mucho más que comunes y ordinarios.
Eran de un cálido color marrón dorado bordeados por pestañas oscuras que complementaban su forma ligeramente exótica. Trató de no hacerlo, pero su mirada recorrió su figura de arriba a abajo.
¡Que idiota había sido!
Bryn era guapísima.
Su brillante cabello era como el ébano sin una pizca de rizos.
La tentadora curva de sus pantorrillas por encima de sus zapatos negros de siempre.
La plenitud de su labio inferior que ahora mismo castigaba con sus blancos y rectos dientes.
Y sus ojos. Ohh, sus ojos.
Imaginó esos ojos dorados deslumbrados con placer, placer que él podría darle de muchas maneras. Verbalmente. Físicamente. Acostada. De pie. Suave y lento. Luego duro. Y luego incluso más duro.
Como si ella pudiera leer su mente, se sonrojó pero no dijo nada.
Tam sonrió a Daniel sobre el hombro de Bryn. Era alta y llevando tacones altos a pesar de la sandía en su estómago, se elevó sobre la pequeña figura de Bryn. Ella saludó con sus dedos de una manera alegre. — Bueno, hola guapo. Justo estábamos hablando de ti.
Bryn parecía a punto de estrangular a Tam con sus propias manos. En cambio, inclinó su barbilla y pasó por delante de Daniel.
O mejor dicho, lo intentó. Daniel bloqueó la salida. A pesar de la excitación que lo recorría, se tragó las ganas de reír. — ¿De verdad? Parecía que hablaban de conseguir que Thad llevara a Bryn a una fiesta de compromiso. — Dio una mirada de reojo a Bryn. — Pero yo conozco al hombre desde hace muchos años y aunque no está en una relación exclusiva en este momento… — Vio que los ojos de Tam se ensanchaban y entrecerró los suyos un tanto. Inmediatamente, ella apretó los labios para reprimir una sonrisa. —… No estoy seguro de cómo se sentiría al ser utilizado como un… veamos, ¿cómo deberíamos llamarlo?… una distracción. Aunque, no puedo decir que te culpo. Yo también tengo una madre eternamente optimista.
Los ojos de Bryn parpadearon, indicando que a pesar de sus mejores intentos, él estaba empezando a gustarle.
— ¿Pero quién lo hubiera pensado? Aparentemente algo le asusta, Srta. Donovon. — Sonrío, esperando conseguir que esos hombros tan rígidos como un palo, se relajaran. Por la forma en que ella había hablado con Tam, obviamente tenía sentido del humor para que coincidiera con su aguda inteligencia. Tal vez si ella se relajara sería más divertida y cálida de lo que jamás se hubiera imaginado que podría ser. — Cuidado o podrías estropear tu reputación de dura de roer.
Se sonrojó. Para ella, eso era el equivalente de tartamudear y que le dieran un puntapié en el trasero. — Perdóname, pero llegaré tarde al tribunal.
Daniel levantó su mirada hacia al reloj de la oficina. — El tribunal no comienza hasta dentro de diez minutos.
Ella inclinó su nariz respingona al aire. — Quizás prefiero estar de pie fuera de la sala del tribunal que estar aquí contigo.
Agallas, él pensó otra vez.
— Sí, apártate del camino Daniel, — interrumpió Tam. — ¿No querrás que Bryn se ponga violenta contigo, verdad?
Tam le guiñó un ojo disimuladamente desde atrás de Bryn.
Daniel se enderezó, caminó hacia un lado y pasó una mano por delante de él. Mientras Bryn se deslizaba por detrás, él dijo: — Supongo que depende de lo que ella tenga en mente. Digamos, por ejemplo, si quisiera arrancar mi… eh, no sé… ¿cabezota…?
Bryn se quedó congelada y Daniel escuchó su grito apenas ahogado.
— Eso podría ser divertido, — dijo él, ahora sonriendo abiertamente. — ¿Qué dices tú, “Magistrada”?
Con los hombros tensos, se volvió lentamente para enfrentarlo. — Yo digo que prefiero enfrentarme a un jurado en ropa interior.
— Lo que sea que te excite. Y lo digo en serio.
Ella salió, con la espalda muy erguida como siempre.
Cuando ella estuvo lo suficientemente lejos como para no poder oír, Daniel se volvió para ver a Tam, quien le sacudía la cabeza. Se encogió de hombros inocentemente. — ¿Qué?
Tam resopló. — Thad no está saliendo con nadie exclusivamente y tú lo sabes.
Abriendo los ojos en forma exagerada, Daniel dijo, — ¿En serio? Podría jurar que eso es lo que dijo Vance. Mmm. Fue mi error.
— A ella, particularmente, no le caen bien los abogados defensores.
— Lo mismo le sucede a la mayoría de los fiscales. Ella lo superará. Soy un gran besador después de todo.
Tam resopló de nuevo y él sonrió. — Sólo digo… — dijo arrastrando las palabras.
Veinte minutos más tarde, después de decirle a Tam que él le compraría a su hijo aún no nacido, una batería para su segundo cumpleaños si ella presentaba a Bryn con alguien, por no hablar de Thad. Daniel contempló la espalda de Bryn desde la audiencia en la sala del tribunal.
No había duda. Ella le intrigaba. Quería conocerla mejor, incluyendo lo que fuera necesario para hacerla relajarse.
Para hacerla sonreír.
Para que envolviera sus brazos alrededor de él y gimiera de placer.
Una ondulación renovada de deseo lo hizo sonreír tristemente.
A pesar de los rumores, era cuidadoso con quién salía. Raramente salía con abogadas y nunca había salido con una fiscal, mucho menos con una con la rigidez de Bryn. Aun así, ¿quién sabía que Bryn Donovon tenía tantas deliciosas capas para explorar? Se enorgullecía de ver los matices que a otras les faltaban y el hecho de que él lo hubiera pasado por alto, le molestó.
Habían trabajado juntos en el Juzgado de Sacramento durante los últimos dos años. Le había sonreído cordialmente a modo de saludo. Admiraba su técnica judicial. Incluso le daba la mano para felicitarla cuando ella lograba vencerlo en los juicios, lo cual hasta el momento siempre había sido así.
Pero hasta hoy, él nunca se había sentado en el tribunal con el propósito específico de conocer sobre ella. Nunca había estudiado su cuerpo tan intensamente, aprendiendo cada ángulo y curva de memoria, como preparándose para un ataque frontal. Esto era exactamente lo que él estaba haciendo ahora y era exactamente lo que estaba planeando.
Le tomó menos de un minuto aceptar la verdad.
Había sido un idiota por haberla pasado por alto. Pero no más. La fuerte fiscal del distrito con ojos dormilones era un misterio, y él no estaría satisfecho hasta que lo resolviera.
Gracias a Tam, podría tener la oportunidad.
El secretario llamó al tribunal a sesión. Vagamente, escuchaba cómo el defensor público y Bryn manejaron unos cuantos casos primero. Entonces, cuando el secretario llamó el caso de Kyle Winsor, se levantó y caminó hacia el frente de la sala. Se sentó a la mesa de la defensa con su cliente, un vándalo de diecinueve años con demasiado tiempo en sus manos, pero un vándalo que todavía podría cambiar su vida
— ¿Seguimos fijando el juicio ante el jurado la semana que viene Sr. Mays? — preguntó el juez.
— ¿A menos que la Señorita Donovon esté dispuesta a aceptar la libertad condicional a cambio de una declaración de no litigar? — Echó un vistazo al perfil de Bryn, aunque ya sabía lo que ella iba a decir.
Sin mirarlo, Bryn dijo en voz baja: — Eso no va a ocurrir, su señoría. La gente pide la pena máxima en este caso y estamos dispuestos a ir a juicio.
Mientras el juez hablaba de la logística con su secretario, Kyle maldijo suavemente. Detrás de ellos, su padre, a quien Daniel conocía sólo por Winsor, maldecía mucho más fuerte.
La maldición de Winsor fue la única advertencia que recibió la sala.
Antes de que alguien comprendiera la intención del hombre, éste saltó por encima del muro bajo que separaba la audiencia del personal del tribunal y se dirigió directo hacia Bryn. Bryn levantó la vista, sus ojos se abrieron más mientras el padre de Kyle se le abalanzaba. El miedo se reflejaba en su rostro.
— ¡No! — gritó Daniel, lanzándose de su asiento. En el momento en que Daniel llegó a Bryn, Winsor la había clavado en la mesa. Ella lo arañó frenéticamente con sus manos. Luchaba por respirar. Dio un rodillazo a Winsor en los testículos un instante antes de que Daniel agarrara al sujeto por su camisa desde atrás.
Winsor soltó su garganta, pero la agarró de su solapa, acercándola hacia él. Daniel se la arrebató y cubrió su cuerpo con el suyo. Winsor arremetió de nuevo y el alguacil lo golpeó en la parte posterior de la cabeza con su bastón. Cayó al suelo. El alguacil tomó al hombre por la parte trasera de sus pantalones y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Bryn.
Resonaron gritos en toda la sala. El juez ordenó a todos que se calmaran mientras Daniel y Bryn se ponían de pie, Bryn aún temblaba. Alguien empujaba abriéndose paso a través de la multitud, tratando de llegar a Bryn. Daniel agarró al idiota, notando que era Paul, el hermano de Kyle.
— Detente — gruñó Daniel, envolviendo sus brazos alrededor del pecho de Paul. El hombre siguió adelante, tratando de arrastrar a Daniel.
— Déjame ir, — jadeó. — Voy a terminar lo que empezó mi papá. Deja a mi hermano en paz — le gritó a Bryn.
Mientras Daniel lo botaba al piso, Paul le dio un potente puñetazo en su rostro, su labio empezó a sangrar antes de que dos alguaciles se lo llevaran arrastrado junto con Winsor. Un rápido vistazo le confirmó a Daniel que estaban sacando a su cliente de la sala. Justo antes de que desapareciera por una esquina, Kyle miró hacia atrás a Daniel, su expresión era de conmoción.
Bryn se inclinaba a medias contra la mesa, cuando Daniel se apresuró a acercarse a ella. Con una mano bajo su codo y la otra envuelta alrededor de la parte posterior de su cuello, miró hacia sus aturdidos ojos. A diferencia de él, quien inhalaba y exhalaba aire de su pecho ondulante, ella parecía incapaz de respirar. — ¿Bryn, estás bien? ¡Bryn!
Ella solo lo miró. Él dirigió sus ojos sobre su cuerpo, tratando de determinar si estaba herida. Su garganta estaba roja en donde los dedos de Winsor habían apretado su delicada piel. Su chaqueta había sido arrancada hacia un lado y su camisa de botones estaba abierta, dejando ver parte de un sostén de encaje color rosa que cubría un pecho redondeado. Su corazón desaceleró su terrible golpeteo, cuando ella por fin logró tomar un poco de aire.
— Estás bien, — le aseguró. Y también para sí mismo. Cuando trató de enderezar su ropa, notó una marca oscura justo encima del pecho que se asomaba por detrás de su blusa. Pensando que era un moretón, empujó la tela hacia atrás. No era un moretón. Era un tatuaje. Un corazón labrado en su pálida piel marfil.
Daniel levantó sus cejas y dio una mirada hacia Bryn. Ella todavía estaba agitada, apoyándose en él. Por lo que él sabía, ella nunca se dejaba a sí misma apoyarse en alguien. La miró fijamente a los ojos y sintió la opresión más rara en su pecho, como si tuviera algo enterrado dentro de él. Él apretó su brazo justo cuando ella parecía sostenerse por ella misma, apartándose y comenzando a abrochar su blusa.
— Bryn, — comenzó a hablar, pero fue inmediatamente empujado a un lado por Linda Mendell, la reportera del tribunal. La mujer, quién tenía una complexión robusta como la de un tren de carga, agarró el brazo de Bryn, tiró de ella hacia arriba y la condujo hacia el despacho del juez.
Bryn le devolvió la mirada agrandando sus dorados ojos, y él sintió una sensación en el estómago.
Había recibido un golpe a traición, duro y no solo por el viejo Winsor.